En medio de un olor nauseabundo, a la intemperie, sin
oportunidades y viviendo de la mendicidad hay por lo menos mil personas en El Bordo, un canal construido en Tijuana, hogar de desportados sin esperanza de regresar a sus lugares de origen y sin
medios para subsistir.
Por: Jéssica Osorio | Guatemala
Al pasar por uno de los puentes ubicados sobre dicho canal, se observa la leyenda “Esto es Tijuana”, pinta colocada con color azul el cual contrasta con el gris del material con que está construida la estructura que tiene una extensión de dos kilómetros.
Un reporte del Colegio de la Frontera Norte (CFN), un
centro científico que se dedica entre otras cosas a la investigación, cita que
las personas deportadas que permanecen en Tijuana “cuentan con el apoyo de
albergues de parte de las organizaciones de la sociedad civil, sin embargo,
aquellos deportados que han excedido el tiempo de permanencia en los albergues
o que no tuvieron la posibilidad de acceder a ellos, se han asentado durante
años en El Bordo”.
Los ñongos son las viviendas más completas del canal. Foto: Paul Briere |
En el lugar hay cinco formas de vivir, están los ñongos, con mejor suerte pues logran construir sus viviendas con lámina,
cartón, u otro tipo de desechos. También hay excavaciones en donde los
indigentes pernoctan sin quedar del todo expuestos a las inclemencias del clima
y hay quienes viven en las alcantarillas, puentes y laderas
del canal.
También se detectó la presencia de guatemaltecos, confirmó el diputado Paul Briere, quien viajó al lugar en
agosto de este año. “Encontré un guatemalteco que tiene dos años de estar ahí,
es más, tuve oportunidad fácil de platicar con dos más, pero me llamó la
atención que él tendrá unos treinta años, hay muchos jóvenes en el lugar y poca
gente mayor”, relató.
Las alcantaríllas son hogar de indigentes en El Bordo. Foto: Paul Briere. |
El diputado quien preside la Comisión del Migrante en el
Congreso de Guatemala, describió que lo más lamentable del lugar es que quienes
viven en El Bordo difícilmente se quieren dejar ayudar, “no quieren regresar a
sus países, tampoco quieren pasar la frontera, ese es su círculo”, relató.
El CFN da cuenta de que entre agosto y septiembre del año
pasado, “en la canalización del Río Tijuana residen entre 700 y mil personas,
distribuidas en 118 ñongos, 25 hoyos, siete alcantarillas y diez puentes”,
además de quienes están en la intemperie.
Otra suerte a la que se enfrenta esta población, es a la
persecución y estigmatización de la Policía Municipal. El reporte indica que el
93.5 por ciento de la población encuestada “señaló haber sido detenida al menos
una vez por agentes de la Policía Municipal de Tijuana”, la mayoría de veces
por carecer de identificación, deambulación o simplemente por su aspecto.
Algunas organizaciones apoyan a quienes viven en el área, como el Desayunador Salesiano padre Chava
de Tijuana, ubicado justo a la orilla del canal. Briere describe que en el
área hay espacio para unas 250 personas y también hay duchas para quien lo
necesite.
Amedrentados
Víctor Clark, director
del Centro Binacional de Derechos Humanos en Tijuana, describe que quienes habitan en El Bordo “son
perseguidos constantemente por la policía municipal que son sus principales
depredadores para dar una impresión de que están combatiendo la delincuencia”.
Refirió que los estigmas rondan también en los jóvenes, principalmente los que
están tatuados quienes son presa de los agentes.
“La población de migrantes deportados en el Bordo, es de
aproximadamente mil personas, la gran mayoría mexicanos, puede haber algunos
centroamericanos, pero deben de ser muy pocos. En tantos años que tengo de
visitar la zona, solo he encontrado unos cuantos centroamericanos”, refirió.
Las condiciones para utilizar Tijuana como un puente
hacia EEUU variaron en los últimos años. En los 80s el paso hacia EEUU era
fácil, como lo recuerda Gustavo Rojas Pavón, quien vive en la Colonia San
Isidro, y quien tiene cincuenta años de vivir justo frente al Muro, describe
cómo aún se las ingenian para saltar.
Ahora, debido a los controles, quienes luchan por pasar
hacia el país del norte lo hacen a través del desierto. Sin embargo, aún hay
intentos para sortear las dos barreras que dividen ambos países. “Usan escaleras, más que todo las mujeres para lanzarse”,
manifiesta Rojas, pero evita dar más detalles debido a la presencia de las cámaras de la Patrulla Fronteriza que se enfocan en el grupo de reporteros que merodean en el área.
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